GOTERAS COMO SALVAVIDAS
Me había despertado con la misma pesadilla que se repetía constantemente cada cierto tiempo. Comenzaba a ser recurrente. Soñaba con que mi madre estaba viva. En el sueño siempre llegaba en un coche blanco grande. No sé de que marca. Mi capacidad onírica no llegaba a tanto. Aunque intentaba ejercitarla. Así, al igual que los surrealistas en mi mesilla tenía una libreta y un boli bic para anotar cada escena que recordaba nada más despertarme. Si no, los recuerdos se desvanecían como humo.
BEP... BEP... ¡Oh no!... Mierda... Las notificaciones me despertaron repentinamente y con una sensación de amargor y tristeza por comenzar un nuevo día.
-Ayer me acosté con Hugo-Leí con un ojo entreabierto y el otro todavía cerrado.
-¿QUÉ?-Escribí cínicamente.
-SÍ. Llámame y móntate una excusa para no tener que pasar todo el día con este pelma- wasapeó Andrea.
Apenas conocía a mi vecina peliroja. Hace tres meses que se había instalado en el piso superior. Desde el primer día habíamos conectado, nos intercambiamos los números y de vez en cuando se pasaba a ver a Bruma. Aún recordaba la visión erótica a través de la mirilla. Y ahora me veía involucrada como bote salvavidas.
Me desperecé en la cama y mi pie topó con un bulto suave y peludo. Bruma, mi querida Bruma, estaba toda enroscada, su cabeza junto a sus patas traseras,¡qué imagen tan dulce! Intenté incorporarme lentamente, primero una pierna, luego la otra... PURRR...PURRR... Bruma me rozaba la espalda.
-Vamos... Seguro que estás hambrienta. Hoy toca tu preferida, mousse de salmón- abrí la despensa. No paraba de rodearme las piernas en círculos y ronronear- Ay, ¿por qué eres tan achuchable cuando quieres?
Después de observar ensimismada a Bruma como lamía su preciada comida, me dirigí a la cafetera, mi salvadora diaria. Nadie me libraba de mis seis cafés diarios. Lo reconozco, otra adicción más junto con los helados... No podía ser perfecta. Ja. Cogí dos naranjas y me preparé un revitalizante zumo natural. Corté unas rebanadas de pan y me dispuse a introducirlas en la tostadora.
Cogí la bandeja con todo mi desayuno y la coloqué en la mesita del salón. Encendí el portátil y comencé a leer los emails. Infojobs, asos, ... el pan de cada día.
RING...RING...RING... me apresuré hacia la habitación donde me había olvidado el móvil.
-Hola.
-Hola Carol. En dos minuto llámame por favor- cortó apresurada Andrea.
Pues no me había inventado la coartada ... vaya marrón.
Mientras, Hugo no paraba de contar anécdotas que a Andrea no le importaban lo más mínimo. Rezaba como nunca, esperando esa llamada que la libraría de darle un corte y dejarlo con la palabra en la boca.
-Andrea te suena el móvil.
-Sí, sí. Disculpa. ¿Diga?
Tras un breve inciso de un minuto, Andrea se despidió de Hugo con la excusa de que a su vecina le caían goteras que provenían de su piso. Por tanto, debía llamar al casero y ponerlo al corriente para detectar de donde provenía tal fuga. Hugo se ofreció a acompañarla, Andrea, amable le agradeció tal propuesta, pero la declinó obviamente.
De camino Andrea compró una botella de vino y una empanada de zamburiñas y así se presentó en casa de su vecina y desde ese día amiga inseparable.
Muy chula!! Creo que siempre alguna de nosotras ha sido salvavidas de su amiga jajajaja aunque no te lo agradecia con vino y empanada de zamburiñas!! Que rico 🤤🤤🤤
ResponderEliminarla verdad que sí, puede ser algo muy real. Las zamburiñas son mi debilidad
EliminarMe encanta lo que escribes. Ánimo y a seguir.
ResponderEliminarMuchas gracias por las vuenas vibras. Prometo continuar la historia de Carol y su vecina Andrea ...
EliminarUn saludo
Al fin regresó nuestra escritora favorita!
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